Reflexiones de la época. "Sin protocolos" por Belén Andreano.


Sin protocolos




La cuarentena nos obligó a todos al encierro. Los cuerpos debieron abandonar las calles y los lugares de trabajo, y los hogares se convirtieron en pequeñas trincheras desde donde cada quien intenta, a su propio modo, dar batalla al enemigo invisible que habita en el otro, otro que al no cargar insignias que den señales visibles de su condición (más allá de alguna tosecilla o estornudo en la cola del supermercado), se eterniza y toma cuerpo en todo aquel que no pertenece a la familia.

Sin embargo, los practicantes del psicoanálisis apostamos por mantener otra mirada: ese otro, posible “portadordelvirusdoblementepeligrosoporquequizásespositivosinsíntomas” (sí, no es error de tipeo, sin espacio, sin pausa, sin escansión, como la pandemia nos propone), es un sujeto. Con un cuerpo muy distinto al propuesto por los protocolos; con un cuerpo que goza, con un cuerpo que sufre. Un goce y un sufrimiento que no nos resulta indiferente.

El desafío que nos plantea la época es a su vez una invitación. Una invitación a traspasar la trinchera propuesta por la puerta de nuestros consultorios. Consultorios cálidos, familiarmente acogedores, cómodamente rutinarios, parte explícita de un encuadre donde quien toca la puerta sabe de antemano algunas de las reglas del juego.

Y allí me interrogo…acerca de si ese espacio que nos transmite tanta seguridad no ha puesto en cuarentena nuestra capacidad de arriesgarnos, de inventar. Así como muchos hoy no quieren salir de sus casas, sintiendo que el afuera reviste una amenaza latente, sentí el temor de abandonar mi cálida trinchera. Porque… ¿qué me guía si no es la demanda de un paciente, que llega como llamada a mi teléfono? ¿Qué marca mi posición de analista, si no es la silla frente al diván? ¿Cómo intervenir con aquel que sufre, pero no sabe hacia dónde dirigir su demanda?

Lacan, sin temer a su excomunión, se animó a desafiar los estándares establecidos, los protocolos propuestos por el Amo. Y nos regala una respuesta a mi pregunta acerca del cómo orientarme más allá del ya conocido encuadre: la ética del psicoanálisis. Una ética que, contrariamente a lo que vemos circular en estas coordenadas, no propone recetas estandarizas que “encuadren” el sufrimiento de los sujetos y protocolicen el modo de hacer con su malestar. Ética que invita a cada quien (no sin temores, y desconociendo el resultado final), a inventar su propia receta cada vez. Mientras ese sea el faro que ilumine nuestra posición, ¿por qué temer?

Animémonos pues a desafiar las recetas y los protocolos (no sin antes lavarse las manos, por supuesto). A lanzar un instante de ver, intentar comprender, leer efectos, barajar y dar de nuevo. Y relanzar... Contrariamente al miedo mortificante que el virus insertó en nuestro cotidiano, quizás este temor nos vivifique el cuerpo.


Belén Andreano








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