"Psicoanálisis y feminismos" por Christian Ríos
Psicoanálisis y feminismos
(Escrito en
octubre de 2018 con motivo de la preparación de las V Jornadas Anuales de la
EOL Sección La Plata).
A mi
entender, esto supone al menos dos dimensiones. Por un lado, diferenciar el “Un
Cuerpo” del cuerpo ya atrapado en un discurso, es decir en la articulación
significante que implica el campo del Otro, y por otro lado explorar la
dimensión del plural en el punto que atañe a los cuerpos y los discursos
actuales.
En
relación con este último aspecto, me interesa retomar una de las preguntas
planteadas por la Comisión Científica, y plasmada en el «Argumento». ¿Es
posible encuadrar los discursos que proliferan en nuestra época, y que
pretenden legislar el goce de los cuerpos, en algunos de los discursos que
Lacan escribió en su Seminario 17?
Para
ello, tomaré uno de esos discursos: el feminismo, específicamente una autora
que me resulta de sumo interés: Judith Butler. Me interesa poner en
consideración cómo esta autora piensa el cuerpo con relación al discurso, a
partir de allí cómo pensar los objetivos políticos del feminismo desde Butler,
y en qué discurso de los que escribió Lacan, y a partir de qué fundamentos,
podríamos ubicarlo.
El
feminismo, en tanto teoría y movimiento político, ha conformado históricamente
un campo heterogéneo. La sexualidad, el género y las relaciones de poder han
constituido los ejes centrales sobre los cuales las diferentes perspectivas
elaboraron sus doctrinas y sus políticas de acción.
En esa
larga tradición, los planteos y objetivos de militancia no han sido siempre los
mismos. Hay una distancia importante entre aquellas organizaciones de mujeres,
de fines del siglo XIX, que luchaban por defender los valores e ideales
familiares, amenazados por el goce que los hombres encontraban en el alcohol y
en los burdeles, a los planteos de Shulamith Firestone, allá por el año 1967,
quien bregaba, desde su colectivo New York Radical Women, por una
sociedad anticapitalista, antirracista y anti-supremacía masculina.
Las
primeras se encontraban, claramente, en la perspectiva de un orden conservador,
ya que velaban por la buena salud del patriarcado. Las segundas, al distinguir
dos tipos de opresión –la capitalista y la masculina–, aspiraban a un proyecto
de feminismo radical que tienda a liberar a las mujeres de la servidumbre
biológica de la maternidad, base y sustrato de las demás dialécticas de
opresión, para avanzar hacia una revuelta de las mujeres destinada a apropiarse
de los medios de producción.
Las
primeras se esforzarán en controlar los cuerpos y los goces que pudiesen dañar
los ideales familiaristas; las segundas, en su propuesta de retorno
al estado polimórfico infantil, pretenderán su desregulación normativa y allí
encontrarán sus sueños de plena libertad y satisfacción sexual.
Por
otro lado, a finales de los ‘80 surge un nuevo colectivo, autodenominado Queer, en
el cual podríamos ubicar a Judith Butler. Dicho movimiento intentara subvertir
el orden de la diferencia sexual binaria, proponiendo la proliferación de
prácticas paradójicas de género. En dicho sentido, sostendrán el carácter
performativo de la sexualidad y considerarán que la postulación de dos sexos
diferentes es consecuencia de la experiencia y no condición de ésta.
Hay que
destacar que la idea de performatividad planteada por Butler,
no se refiere a un simple acto de nombrar, no responde a un sujeto voluntarista
que de un día para el otro decide por su género, sino más bien a un proceso,
donde la repetición de una serie de prácticas, regidas por un ideal normativo,
materializan el sexo de un cuerpo.
Hay en
Butler un desplazamiento de la mera construcción social hacia una concepción
donde las restricciones normativas no sólo producen, sino que además regulan
los diversos seres corporales.
“El
sexo no solo funciona como norma, sino que además es parte de una práctica
reguladora que produce cuerpos que gobierna, es decir, cuya fuerza reguladora
se manifiesta como una especie de poder productivo, el poder de producir
–demarcar, circunscribir, diferenciar– los cuerpos que controla. De modo tal
que el sexo es un ideal regulatorio cuya materialización se impone y se logra
(o no) mediante ciertas prácticas sumamente reguladas. En otras palabras, el
sexo es una construcción ideal que se materializa obligatoriamente a través del
tiempo.
Es un
proceso mediante el cual las normas reguladoras materializan el sexo y logran
tal materialización en virtud de la reiteración forzada de esas normas”. (2)
Debemos
agregar que esta materialización nunca es completa, algo resiste, y por ello es
posible introducir acciones que produzcan un cambio. Para Judith Butler lo
masculino y lo femenino constituyen efectos, o productos, de lo social
histórico. Butler reconoce el efecto del significante, y la palabra, en la
determinación de ambos aspectos, y en la materialización de los cuerpos, pero
articula a dicha variable el ideal normativo y las relaciones de poder.
Desde
allí es posible pensar tanto los cuerpos que importan, aquellos cuya
materialización responden al ideal normativo, de aquellos forcluidos, arrojados
al terreno de lo prácticamente inhumano.
Cuestionar
la construcción de la identidad de género en términos binarios (masculino-
femenino), reconociendo en ello un poder normativo hegemónico, tendría como
función trastocar ese ideal normativo, poner en cuestión los cuerpos que
importan desde ese ideal.
La
propuesta de Butler apunta a la proliferación de las prácticas de género en las
que se den un entrecruzamiento de género, sexo, roles sexuales de modo tal que
desestabilicen la identidad de género, confundan el binarismo, desplacen sus
normativas y expongan su no naturalidad. Butler apunta a deconstruir los
géneros, dislocar las identidades.
Eric
Laurent nos orienta al momento de reflexionar sobre esta perspectiva y sobre
los puntos de diferencia con relación al psicoanálisis. Quisiera mencionar algunos
de ellos.
En
primer lugar, hay que señalar que esta perspectiva, si bien conlleva una
crítica a toda norma, al mismo tiempo introduce una norma que se plantea como
una especie de utilitarismo del goce articulado al utilitarismo de la
civilización de la ciencia. (3)
Esta
articulación la leemos en la enunciación “Tú puedes gozar como puedas, puedes
hacer todas esas experiencias, pero como estás en la civilización de la ciencia
es necesario que goces más” (4). Queda planteado aquí el problema del límite del
goce.
Por
otro lado, se evidencia en los desarrollos de Butler cierto rechazo de lo real.
Por ello, Miller nos habla de la embriaguez de la identidad que domina esta
perspectiva. Butler rechazar todo tipo de identidad y de universal, tanto para
la mujer como para el hombre, en favor de la nominación como consecuencia de
los actos. No hay elemento invariable, no hay real que funcione como límite.
(5)
Este
punto también nos lleva a considerar, no solo la embriaguez de la identidad,
sino una utopía del semblante que permite situar estos desarrollos dentro del
discurso universitario. Al ubicar al S2 en el lugar de agente, hace del
objeto a un semblante y produce el $, un sujeto no
identificado. (6)
A fin
de cuenta de eso se trata de sujetos no identificados.
Al
mismo tiempo Butler plantea la posibilidad de un psicoanálisis compatible con
estas teorías y que apuntaría a un ideal pre-edípico, perverso polimorfo en
términos de Freud.
Claramente,
Laurent nos indica que nosotros no la seguimos en esta utopía; que ello solo se
trata de un sueño, ya que el mundo que habitamos es un mundo post-edípico: “…
en el cual coexisten el amor al padre, la perversión paterna y el rechazo más o
menos generalizado de los padres; como lo dice Lacan, estamos en el punto en
que la excepción está en todas partes”. (7)
Desde
el psicoanálisis de la orientación lacaniana el sexo no está regido por un
ideal, sino por lo real del goce. Partir del axioma “no hay relación sexual”,
implica que no hay complementariedad de los goces, que el discurso es un
tratamiento del mismo y que este mundo post-edípico tiene imposibles. “… Lo
imposible en el centro del discurso del goce es que no hay goce último que
pueda aliviar definitivamente la angustia. El sujeto estará sometido a ese
agujero en el universo del sentido sexual en el que quiere vivir, y que no
dejará de angustiarlo”. (8)
Christian Ríos
Notas:
(1)
Mildiner, K., Lachevsky, J. y Perazzo, A.: “Argumento de las V Jornadas Anuales
de la EOL Sección La Plata”, Resonancias #2, http://www.eol-laplata.org/Jornadas-y-eventos/005/Boletines/V-Jornadas-News002.html
(2) Butler,
J.: Cuerpos que importan, sobre los límites materiales y discursivos
del sexo, Paidós- Entornos, Buenos Aires, 2012, pág. 18.
(3)
Laurent, E.: “Subversión de la subversión”, en Virtualia n°
35, Revista Digital de la EOL, 2018. http://www.revistavirtualia.com/articulos/801/destacado/subversion-de-la-subversion
(4) Ibíd.
(5) Óp.
Cit. n°3.
(6) Óp.
Cit. n°3.
(7) Óp.
Cit. n°3.
(8) Óp.
Cit. n°3.
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