Reflexiones de la época -"Pan de mi a" por Luis Bustamante
Pan de mi a
Luego de varias semanas de cuarentena tuve una impresión que
hoy califico de ingenua: creía
que el sujeto consumidor de este siglo, tenía una pausa forzada por la
excepcionalidad impuesta por el covid-19.
Es que sin gente en la calle, los negocios cerrados, el dinero
sin movimiento físico. La compra limitada a lo único imprescindible para
alimentarse o remediar un dolor, me hacía pensar en ser un testigo más, de algo
novedoso, como el congelamiento del ser objeto de consumo.
No siempre fue una Pandemia. Hasta hace dos semanas atrás era
una enfermedad más, sin estadísticas diarias, sin titulares en los diarios, sin
espacio en los cuerpos, preocupación en los obsesivos o pregunta de los
histéricos.
No siempre fue un virus invisible que surcaba los buenos y
malos aires. Era un pasajero más de avión, un agraciado turista de crucero, un
degustador de comidas típicas, un coleccionista de recuerdos inservibles sobre el aparador
o un paseador de perros por la ciudad.
Todos acordábamos
que no era La muerte. Morir era un algo
que pasaba, en miles y millones de personas, todos los días, a todas horas, en
el mundo. No se contabilizaba de uno en uno, no era necesario.
El dolor era único, familiar, y sabíamos que lo mortal estaba,
aunque sin saberlo, en un accidente, un arrebato, en una deflagración de un arma, el cáncer o de súbito. También
sabíamos que sólo era real en la angustia del hipocondríaco o en lo inmediato
del pánico.
No sabíamos que éramos consumidos día tras día detrás de la
compra (real o fantaseada) del empuje de la época. Los cuerpos flotaban de un
espacio al otro y el afecto electrizante de una caricia o una bofetada, era
producto de la palabra de un Otro, casi nunca del silencio.
Era un ansia, el deseo de estar con uno mismo; una declamación
el estar en familia, un inalcanzable el poder quedarse en casa y no ir a
trabajar.
La neurosis no lo sabía hasta que llegó el PAN DE MI a. Aquello con lo cual se alimenta el nuevo plus, objeto
de goce para que baile toda la humanidad al mismo ritmo, al mismo tiempo.
El 11 de Marzo la O.M.S instalaba la música de un Significante
bajo el que bailamos todos, el de la Pandemia. Significante que nos arroja a
una "nueva" forma de consumo, que propone un único objeto de goce
para todos.
Y no podía ser otra cosa que un virus, ya que es el pan de mi a mundial, lo que ésta era digital viraliza desde hace un tiempo.
El virus y no la peste es la de esta época, porque la peste es
premio nobel, tiene algo de libro clásico, algo de intelectualidad, algo que
lleva mucho tiempo elaborar. La peste era "digna" de pueblos
elegidos, de comunidades cercadas y llamaba a la construcción de saberes
novedosos, un esfuerzo de soportar lo desconocido y un nuevo posicionamiento
ante lo "Divino" al que zamarreaba por la solapa.
El virus banalizando las democracias actuales, viaja a grandes
velocidades por todos lados y es para todos por igual. Sólo despierta lo
ominoso del encuentro con lo insoportable e invade la falsa ilusión, de que
apretando un botón, se encontrará la cura de un momento a otro. Baraja la
palabrería fácil, la une con la imagen y se esparce desvergonzada.
Reinvindiquemos la peste. Es que cuando cambie el semblante
impuesto por el significante pandemia, algo de lo propio del uno por uno podrá
recuperar la dignidad del sujeto.
De allí podremos extraer un saber nuevo: el de los inventos, el
de los nuevos lazos, el de los reencuentros con la dignidad humana, las
sorpresas, el darse cuenta que no todos usamos la misma lengua para
comunicarnos y debemos aprender las del semejante. Volverse a encontrar con lo
posible pero también con las imposibilidades. El volver a darse cuenta que
existe algo que se llama muerte, pero no es la misma para todos, no al mismo
tiempo.
Que el saber sobre la muerte es algo que vamos a tener que
construir a lo largo de una vida y no es una única música. Uno por uno puede
"elegir" la música con la
que bailar, cuándo bailar y con quién bailar según el PAN DE MI a.
Luis Bustamante