¿QUE QUIERE UNA MUJER? Versiones femeninas contemporáneas
“Querido lector, ¡ya están listas! Allí vienen,
bellas, inatrapables” “Cada una a su ritmo avanza hacia nosotros, con su propio
estilo, su tono, sus silencios y sus diversas máscaras. Fernández, Daniela. Mujeres de Papel (2015)
Por Lic.
Benchimol Lucía
Lic. Leandro Hocquart
Nos hemos propuesto emprender una mínima tarea
descriptiva respecto del lugar de la mujer en nuestros días, advertidos de dos
cosas; por un lado que este trabajo no
es suficiente para abarcar la complejidad del fenómeno y por otro asumiendo el riesgo de herir
susceptibilidades. De modo que entendemos que si hablamos de las mujeres bien
se nos podría señalar que dejamos por fuera a la excepción de la regla, a una mujer;
mientras que si sugerimos algo de una mujer en particular los sacrificios
masivos de las otras mujeres se nos vendrían encima.
Tute presentaba, en su historieta del 20 de
marzo del corriente año, un encuentro entre dos hombres en el medio de la calle
donde uno tomándolo del hombro al otro lo compromete en un pacto diciéndole:
-
Me
hice feminista
Y el otro contestaba:
-
No
te preocupes Juan no se lo voy a decir a nadie.
La caricatura de Tute, siempre tan sagaz,
propone algunas coordenadas para pensar las características de las posiciones
masculinas y femeninas, hoy. La mano de Tute capta el pacto de silencio entre
estos dos hombres, que en principio saben que esta información es delicada por
tanto no debe salir de ahí, pero que por otro lado (y esto es lo que nos
interesa) en el asombro de uno de ellos y el compromiso del otro se refleja lo
sensible que se le ha vuelto al hombre contemporáneo hablar de la mujer hoy. Ya
que toda caricatura es la exageración del detalle, bien podemos tomar este
boceto para contornear los bordes por los que se abre una de las preguntas que
ha orientado la práctica psicoanalítica: ¿qué quiere una mujer?
El Psicoanálisis, legitimado como constructor
de un discurso a partir de Freud (Gomez, M. 2006), nos permite pensar que
existen algunos mecanismos, no tan claramente expuestos, que establecen los
criterios discretos por los que se ubican ciertas funciones masculinas y
femeninas esperables en el hombre y la mujer en nuestra sociedad, y que
estas, la mas de las veces han sido correlativas a la diferencias anatómicas
sexuales en hombres y mujeres.
Podemos retomar dos conceptos freudianos
que nos permitirán orientar el modo en que se inscribe esta pregunta. Sabemos
que Freud no retrocedía frente interrogantes que surgían en la clínica, sino
que se esforzaba en teorizar, exponer las dificultades de esta praxis.
Encontramos una progresión en sus textos que caminan al ritmo de sus descubrimientos,
lo que nos posibilita apreciar expresiones que solo más tarde podemos
contextualizar. La primera que nos interesa retomar es la de “aquel continente
oscuro”, un modo de nombrar algo desconocido, oculto. Esta expresión formaba
parte del colectivo teórico según el cual, si el paciente hablaba de lo que le
pasaba revelando algo desconocido, sus síntomas se alivianaban. La revelación
se encontraba en consonancia con el movimiento del iluminismo, si uno echaba
luz sobre lo desconocido, sobre lo oscuro obtendría el saber necesario para
salir de esa ignorancia sintomática. Pero en cierto momento, al escuchar a sus
pacientes mujeres se encontró con que algo siempre permanecía velado, entonces
lo nombro así: “aquel oscuro continente”
El segundo descubrimiento.
refiere a la diferencia entre los sexos, aquel órgano femenino que uno sabe que
está, pero es un agujero, sin representación física, producía efectos en el
devenir subjetivo. Freud planteaba que la mujer tenía un vínculo más cercano con
la falta, ausencia y mayor propensión a construir algo con su ser allí. Estos
hallazgos van dando forma a las bases teóricas del psicoanálisis, que consiste
en la concepción de que la subjetividad es un devenir, no existe en un
comienzo. Los individuos nacen sin tener una construcción de su ser, y es en el
encuentro con el mundo, con quienes lo reciben que van a comenzar a escribir su
propia historia, que van a forjar su propio ser, significando el mundo. Siempre
en la vía de las identificaciones, alienándose y separándose de los otros.
En Freud este devenir subjetivo
se encontraba signado por las características orgánicas del cuerpo. Sin
embargo, Jacques Lacan (psicoanalista francés) tras releer los textos
freudianos, lleva las cosas más lejos, tomando el camino de separarse definitivamente
de la genitalidad. Y postular que el vacío existencial es para todos, hombres y
mujeres en un comienzo. Aunque son las mujeres quienes mayormente dan cuenta de
esto. Entonces todos los síntomas que vemos en las personas, refieren a modos
de defenderse de ese vacío existencial primero.
Al ser las mujeres quienes
mayormente dieron cuenta de esto, se las tomaba por poseídas o locas. Ya que
testimoniaban una verdad que mordía a toda la sociedad. Hay un agujero en el
saber, no todo puede ser cubierto de imagen, algo queda por fuera y vuelve con
la forma de sufrimiento o de horror, como verificamos en la actualidad. Así la
mujer se vuelve toda ella tabú, ya no como pensaba la antropología tradicional,
sólo su sexualidad, sino ella en tanto testimonio vivo de ese agujero del que
la sociedad pretende defenderse, con leyes, reglamentos y otros artificios.
Este agujero no se trata de un
saber que queda velado, escondido y es posible de ser dicho, sino que aquel
continente oscuro proclama que algo siempre se mantiene fuera del saber. Las
cosas no quedan allí, ya que ese agujero en el saber trae consecuencias, por
este motivo Lacan avanzó nutriéndose de otras disciplinas como la topología
para pensar el lugar de esa nada y sus efectos, sin obturarla. En contrapartida
con un movimiento de época que pretende que todo debe ser dicho, estar expuesto
o mostrado. Donde la usencia aparece bajo sospecha de que algo horroroso
acontezca.
Entonces, que quiere una mujer? continúa
siendo un misterio, solo se puede acceder a ese continente oscuro a través de la revisión de estas máscaras con las que
cada una de ellas sale a responder la pregunta de su ser. De modo que la
versión actual es una de las formas en las que se tramitan algunos anudamientos
que van más allá del encuentro entre el género femenino y masculino, organizados
más bien por lo que Lacan llamaría una lógica fálica, que muchas veces se hizo
carne en la sociedad capitalista patriarcal.
Algo de lo ilimitado de la mujer
se escapa a esta regulación fálica. Hoy más que nunca el mito de la media
naranja se vuelve inconsistente para hablar de estos semblantes que vienen al
lugar de la relación sexual que no hay.
Como una herida narcisista que no puede
cicatrizar aún, el hombre de hoy, mira expectante los envoltorios con los que
la mujer asume su posición.
Ahora bien, habrá notado el lector este juego
de entrada y salida, desde lo particular a lo general, cuando hablamos de la
mujer en singular o de sus respuestas colectivas. Esto se debe a que el
psicoanálisis no se abstrae de la historia, aunque siempre esté orientado en responder
al uno por uno. De manera que en particulares momentos históricos estas formas
de vinculación entre hombre y mujer legisladas por el mal-encuentro se ponen
más en tensión, dejando velado la asunción de una posición sexual que ya
no se pueda leer desde la regla, sino justamente desde su excepción.
Asi, el semblante de la mujer ha
cambiado a lo largo de la historia y el psicoanálisis ha contribuido a este
movimiento. El misterio de la femineidad se ha recubierto de diversas
respuestas e imágenes a lo largo de la historia. Pero ninguna de estas formas
le da una consistencia acabada, lo que también se verifica en la clínica.
Podemos conjeturar que la imagen de la mujer se encuentra en constante mutación
por procesos identificatorios.
Así ubicamos sin ánimo de
exactitud, que el recorrido va desde la imagen de la mujer como ama de casa y
madre ejemplar, donde su sexualidad quedaba acotada a la procreación, tal como
la iglesia la promulgaba. Pasando por el nacimiento de la píldora, método
anticonceptivo femenino, que surge en los años 50 y expande su comercialización
en los 60, que efectúa la separación entre sexualidad y procreación. Hasta el día
de hoy, donde la mujer se presenta en un doblez, por un lado, realzada en un
brillo agalmático con toda la virilidad y potencia que le suponen sus tacos
altos. Es decir, mujer independiente, que trabaja y se abastece sola. En contra
partida, el costado más horroroso, la reducción de ese brillo a ser un resto
del goce del otro. Diariamente nos encontramos con mujeres descuartizadas,
tiradas en contenedores, descampados, tomadas en contra de su voluntad para
constituirse en un residuo del goce mortífero de otro.
Estos episodios se corresponden a
una época donde está exacerbado el individualismo del acto. Antes se decidía
grupalmente el destino de aquellas mujeres que ponían de relieve ese exceso. La
historia da numerosos ejemplos de
mujeres infieles que eran apedreadas en la plaza pública. O en la época de la
inquisición, donde aquellas que excedían los parámetros impuestos por la
iglesia eran pensadas como poseídas y se las quemaba en la hoguera.
Entonces la pregunta de qué
quiere una mujer es imposible de responder, ya que cada una construye su
respuesta singular, siempre sobre un vacío, ausencia de saber. En algunos casos
este vacío puede constituirse en un tabú, en otros se lo enmascara, en otros
empuja al horror. O como propone el psicoanálisis, este vacío puede
constituirse en el espacio necesario para la invención de algo nuevo. Puede servir
de apertura, salida de los ideales para inventar nuevos caminos a recorrer.
Que quiere una mujer sigue siendo
un misterio. No todo puede ser dicho ni imaginado, pero aún más perdidos que
marineros sin brújula, es conveniente naufragar un poco por las vías del deseo.
BIBLIOGRAFIA
Alvarez, P.; Fernandez,D.; Grinmbaum, G.;
Kalfus, P.; Petrosino, L.;Rabinovich, D.; Rubinetti, C.; Zlotnik, M,. (2015). Mujeres de papel. Literatura y Psicoanálisis. Ed. Grama. Buenos Aires.
Gómez, Maríana (2006). DEL
SIGNIFICANTE A LA LETRA. LA SEMIÓTICA. PEIRCEANA EN EL PROCESO DE
FORMULACIÓN DEL DISCURSO.