Los jóvenes de la época actual. Por Marina Carraro

La familia ha cambiado, en consecuencia su progenie también ha mutado. Cada vez hay menos personas grandes y más adolescentes.  El padre de familia, sostenido en el mito edípico da paso hoy a un más allá del padre, que empuja a que cada niño y adolescente  a armar su propio mito. Si no hay, tienen que inventarlo, como así también las identificaciones orientadas por los ideales otrora ofrecido por el padre de la autoridad. El padre ideal y virtuoso se sustituye por una función cualquiera, carente de atributos, desde la óptica de la cultura actual. Entonces ¿cuál es la orientación a seguir? ¿Qué ideales poner en cuestión? El adolescente debe delinear su propia ruta, y no es sin angustia que debe atravesar este camino.
La desaparición de los ritos que marcaban el pasaje de una etapa a otra, complejizan aún más el tránsito, ya nada está indicado, no hay mojones. El valor simbólico de los ritos, que antes eran ofrecidos por la cultura y transmitidos por la familia, hoy  no existen, solo hay un vacío que cada sujeto ocupará según sus propias invenciones.
La familia por medio de la función paterna, como representante de  autoridad se introducía como la medida que regulaba  la vida de sus hijos. El adolescente de hoy, si tiene recursos, puede crear su propia medida, su propio ordenamiento, de lo contrario, es el empuje sin medida  que deriva en  excesos, motivados por urgencia de satisfacción. Este empuje sin medida, encuentra su resonancia, principalmente en el cuerpo en tanto no encuentra otro modo de responder al desborde.
Cuando el sujeto ya no tiene elementos para responder y encontrar una salida vital,  no confía en Otro para recurrir a él, éste ya ha dado muestras de su inconsistencia, solo cuenta con su propio cuerpo. Allí aparecen diversas modos de ponerle el cuerpo al empuje pulsional a través de cortes, golpes, anorexia, bulimia, consumo de sustancias tóxicas, alcohol, exposición a situaciones de riesgo. Es el cuerpo, sin Otro, muchas veces en soledad, que se sostiene de estos particulares modos, sin llamado dirigido a nadie.
Otro modo de sostén, entre pares, lo constituyen las llamadas tribus urbanas, en donde los adolescentes se asocian según un rasgo en común, que se puede ubicar en la vestimenta, en las prácticas o el lugar de donde provienen, etc. Es decir que la agrupación crea códigos propios que los regula como pares, de este modo reemplazan la protección familiar por una protección instrumentada entre ellos mismos. En este sentido advienen nuevas identificaciones que resultan útiles a los sujetos para asirse a ellas. Con la caída de las grandes identificaciones que antes ordenaban la vida de los sujetos, ahora las identificaciones caen sobre cada uno, entonces las identificaciones comunitarias van a ese lugar.
 En este sentido, la crisis de la familia y la deflación del padre, vuelve al sujeto permeable a otras referencias.  ¿Quién más podría ofrecerlas? Allí está el mundo capitalista dispuesto a encandilar con sus deslumbrantes y adormecedores brillos virtuales.
El espacio virtual se introduce en los resquicios más ocultos de la intimidad, siempre está ahí ofreciendo la creencia de trascender tiempos y espacios. Efectivamente hay un uso posible de la tecnología que puede ser útil a muchos jóvenes, sin embargo la masividad absorbida por ésta, genera sujetos iguales, configurados por la máquina que creen comandar.  Produce sujetos desafectados, adormecidos, alejados cada vez más de aquello que es propio y esencial de ellos mismos. Encontré en la literatura de Borges, desde sus alusiones que bordean el psicoanálisis, más exactamente en el “El jardín de los senderos que se bifurcan”, que una novela que sea escrita en “el pabellón de la límpida soledad”, que abarque  todos los tiempos y todos los espacios es imposible escribir, y si fuera posible, su intento sería una “novela caótica” que incluiría “todos los desenlaces y porvenires  posibles”.  Por otra parte, “El Aleph” condensaba, en cada cosa, infinitas cosas, que se ven desde distintos puntos del universo; escribe Borges: “Vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó…” La transmisión de Borges nos indica con claridad que ninguna novela propia, única, es posible escribir condensando todos los tiempos y los espacios, tal como la virtualidad lo presenta.
Lindando la lógica  Borgeana, el psicoanálisis, ofrece la posibilidad de ayudar al sujeto adolescente a constituirse, tomando una distancia prudencial, de ese complejo marco que el mundo capitalista ofrece; impulsando  a la invención de lo que no hay y en ese mismo sentido, en la búsqueda de referencias que le permitan armar sus propias medidas sostenidas en lo más  esencial de sí mismos.  
Bibliografía:
Bassols, Miquel: Entrevista. CIEC. 2017
Autores varios: Artículos sobre adolescencia. Virtualia. Revista digital de la Escuela de Orientación Lacaniana. N°14, 24, 27,29, 31.2006-2014.

Lic. Marina Carraro
Practicante de Psicoanálisis
Responsable del IOM2, Delegación Ushuaia
Egresada de la Diplomatura en Clínica Psicoanalítica

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