La isla de la fantasía. Por Pablo Polizzi*
El presente artículo se inspira en una frase o dicho popular local que,
seguramente, la gran mayoría de los habitantes de nuestra provincia han
escuchado en alguna oportunidad, me refiero a que vivimos en la “la isla de la
fantasía”. Se utiliza en el sentido de
que en Tierra del Fuego se producirían algunas diferencias significativas,
respecto del resto de nuestro país, vinculadas principalmente a las
posibilidades que ofrece este lugar de ascenso económico, de mejorar la calidad
de vida. También se conecta con otra vertiente que alude a dejar atrás el
pasado, fortalecido, quizás, por la distancia geográfica, como si dijéramos:
“borrón y cuenta nueva”, “dejar lo malo atrás”.
Me interesa compartir con ustedes, orientado desde el psicoanálisis, una
serie de reflexiones que se derivan de esta segunda acepción, interrogarnos por
esta perspectiva de que se pueden dejar de lado los problemas, malestares de un
sujeto, o simplemente, cambiar radicalmente el estilo de vida a partir de una
mudanza… al fin del mundo, a la isla de la fantasía.
Antes de explorar la idea enunciada, pienso que es interesante advertir
que la palabra “isla” -del dicho seleccionado- en este caso tiene un sesgo positivo:
“la isla paradisíaca” y sus maravillosos placeres que estarían a nuestra
disposición. En cambio, también existe la isla en tanto lugar de destierro, es
decir, la isla como lugar de confinamiento, de aislamiento, de encierro, que
como sabemos es el origen de la ciudad de Ushuaia. Encontramos figuras a lo
largo de la historia donde las islas son el epicentro de los exilios, donde se
aloja lo que no se quiere ver, aquello que se desea expulsar. El cine ha
popularizado esta concepción, pienso en películas como “Papillon” y “Alcatraz”
por ejemplo, sumemos a la lista “La fuga” que se filmó en estas tierras.
Podríamos arriesgar la hipótesis que uno de los rasgos centrales de los
que habitamos este suelo es estar atravesados por ambas cuestiones: disfrutar
la isla con sus maravillosos paisajes y oportunidades, teñidos, a la vez, por
la sensación del encierro.
Retomemos la expresión que da título a estas líneas, lo primero fue
relacionar la frase con la serie de televisión, de hace ya varios años, que
llevaba el mismo título. Se popularizó por Tattoo, el personaje enano ayudante
del anfitrión de la isla el Sr. Roerke –interpretado por el actor Ricardo Montalbán-,
quien, arriba de un campanario anunciaba la llegada de los pasajeros al grito de:
- El avión, el avión. La serie no fue de mis preferidas y sinceramente no
recordaba demasiado la trama, por lo cual, según la lógica de estos tiempos,
ingresé en YouTube y por supuesto, rápidamente aparecieron millones de
entradas.
Ingresé por azar en el link que presentaba el capítulo 3 de la temporada
1 que lleva por título: “Cenicientas, el escapista”. Para mi sorpresa el
planteo del episodio es muy pertinente sobre lo que venimos esbozando, por lo
cual, les pido paciencia, ya que voy a comentar brevemente lo que sucede.
Sabemos que en cada capítulo se cuentan, en general, dos historias de
personas que se acercan a la isla de la fantasía para cumplir un deseo. En esta
oportunidad, por un lado, encontramos dos jovencitas que quieren vivir un
cuento de hadas moderno, conseguir el amor y obtener una vida glamorosa,
perteneciendo al “Jet set”. Cenicientas por ser su condición, según nos
explican, del orden de la pobreza. La restante historia del capítulo tiene como
personaje principal un mago, cuyo deseo es superar al padre que también ejercía
esa profesión. Cito las palabras de este personaje: -vine a lograr el escape
imposible que mi padre jamás hizo para satisfacer mi ego… Por ello, una vez
arribado a la isla, inmediatamente es trasladado a una cárcel de alta
seguridad. Interesante, nuevamente dentro de la isla de la fantasía encontramos
una cárcel. Un mago preso de su deseo, preso del fantasma del padre.
Así, el capítulo es una síntesis apretada de algunos de los nudos que se
juegan por ser, la condición humana, sexuada, del lado de las jovencitas el
deseo de “ser otra” del “gran amor” y del lado del muchachito, “ir más allá del
padre” bajo la modalidad “de la hazaña, la proeza, batir el record”.
No voy a realizar un detalle de la trama que se narra en cada historia,
simplemente quiero mencionar que, por supuesto, no es tan fácil cumplir lo que
se proponían, tendrán que ir tomando decisiones para nada sencillas, habrá
desencuentros, etc. Como lo expresa otra serie: “ten cuidado con lo que
deseas”, pero como esta serie no es de suspenso o terror, obtendremos al cierre
un “final feliz”, el famoso “happy end”.
En esta dirección, una de las protagonistas encontrará el amor, pero a
partir de aceptar su condición y desde allí, se abrirá la posibilidad de un
futuro en conjunto. Puntualizamos que no se logra el deseo inicial de mutación,
pero no sale en la misma posición con la que llegó a la isla: “hacerse pasar
por una mujer rica”. El escapista, hace
honor al nombre, finalmente se fuga. Una vez que parte no tan triunfante como
hubiese querido, Rourke sentencia: “escapó de la necesidad de competir con su
padre”.
Hagamos un contrapunto entre el planteo de la serie y como se juega la
frase “la isla de la fantasía” aquí.
En el primer caso, si bien se parte de la ilusión de la realización del
deseo tal cual los participantes esperan, el nudo de la propuesta televisiva es
precisamente situar ese imposible. Una vez introducido el sujeto en el
escenario acorde a lo solicitado, rápidamente surgen conflictos, dificultades,
encrucijadas que se conectan con lo que mágicamente quieren dejar atrás. Así,
se pone claramente en evidencia lo que definimos como imposibilidad: hacer un
corte con las determinantes que por historia y azares de la vida nos han
marcado, que han dejado huellas indelebles en nuestro cuerpo.
Ahora bien, considero que, si la llegada a nuestra provincia, se
presenta bajo la misma ilusión, es lógico que, luego de un tiempo, el sujeto se
tope nuevamente con problemáticas similares que suponíamos no habían sido parte
de la mudanza.
En psicoanálisis contamos con el concepto de repetición, en el sentido
de que determinadas marcas del sujeto, como decíamos, se imponen, regresan, no
son manejadas por la voluntad, por el yo. Por ejemplo, la angustia que a veces
sobreviene cuando el sujeto se sorprende diciendo: “otra vez lo mismo”, “es más
fuerte que yo”, “pensé que no me iba a volver a pasar”, “nunca aprendo, de
vuelta…”.
La cuestión es qué hacemos con eso que puede registrarse como displacer,
angustia, malestar… dado que no pregonamos el viaje a la isla del Sr. Rourke.
¿Qué nos propone nuestra época? Primero considerar que los avatares
subjetivos se deben únicamente a un problema de química cerebral o biológico y,
en consecuencia, nos prescriben que vayamos a comprar al Shopping para mitigar
la sensación un ratito o más específicamente, realizar una consulta que
inevitablemente concluirá en la toma de alguna medicación. Es decir, nos empuja
decididamente en la dirección de un objeto de consumo que tapone la angustia
del sujeto, sea un artículo del mercado o una pastilla.
De esta manera, podríamos arriesgar que los nuevos capítulos de la serie
“la isla de la fantasía” se reducirían a que una vez arribados se les
administraría un protocolo con varias preguntas que, una vez contestadas,
permitirían ubicar la medicación adecuada para cada caso. Adiós al sabor de la
aventura, el desafío del pasaje por una experiencia, que incluya la
singularidad y la historia de cada personaje en aquello que desea. Es más, se
podrían distribuir a los visitantes según sus diagnósticos, entonces
encontraríamos las cabañas de los “depresivos”, los TOC, bipolares, ataques de
pánico, etc., y si usted concurre con niños, incluiría sectores infantiles
especialmente diseñados para chicos con ADD, TEA, TGD, etc.
El psicoanálisis, no va en la dirección de que el sujeto cierre la boca
para que trague la pastilla o sea clasificado, encasillado en un diagnóstico
sino, por el contrario, que el sujeto abra la boca para hablar de aquello que
le sucede, de intentar situar otra manera de posicionarse frente a aquello que
nos determina. El pasaje por una experiencia, una aventura… en este caso analítica.
Concluyo con una frase de Borges que me recordó un amigo: “todo paraíso
soñado es un paraíso perdido”, es decir, se construye sobre la base de un
imposible en juego.
*Practicante del Psicoanálisis
Licenciado en Psicopedagogía
Profesor en Psicopedagogía
Miembro del IOM2 delegación
Ushuaia